domingo, 31 de agosto de 2014

I. Lujuria

Sí,
las pieles de los demonios ya reclamaban aquello que faltaba para completarlos, sólo el sello de esas dos nebulosas encajaban en la podredumbre más allá del purgatorio. Lejos, en el infinito universo vagaban ambos cúmulos de gases y polvos espaciales que se entrecruzaban y parecían formar uno solo, la fricción provocaba que las dos nebulosas brillaran como si la luz de las estrellas se reflejara en el soma multicolor que proyectaban. La temperatura incrementaba paulatinamente, y el tono rojizo acaparaba con más rapidez los cuerpos inseparables, debían saber que aquello que sentían era solo una ínfima chispa a comparación de lo que los demonios les tenían preparado muy lejos en el inframundo. Estaba decidido, eran los elegidos, la luz rojiza y el calor sofocante que las nebulosas emanaban eran atractivo principal de las pieles demoniacas esclavizadas en el infierno que continuaban reclamando aquello que por fin habían encontrado, aquello que quizá no podrán tener hoy, ni podrán tener mañana, pero eso no les preocupaba, pues la impaciencia no formaba parte de su naturaleza.