I
Las olas estaban calmadas, no existía bravura marina, el sol que se reflejaba en él parecía sonreír como no lo hacía desde hace mucho. La luna sin embargo reflejaba tristeza, ella era lo opuesto a lo que el sol transmitía , aquel reflejo lunar no eran más que lágrimas, penas y vacío. El mar lograba percibir cada reflejo que llegaba hacia él, y este a su vez se sentía confundido al no saber el por qué de día sentía felicidad y de noche sólo tristeza.
Una noche de penumbra y soledad el mar le preguntó a la luna ¿Por qué contigo siento tanto dolor? La luna contestó, yo sólo transmito luz en la oscuridad, pero tú me reflejas en lágrimas. El mar ignorando lo que la luna le respondió, cada amanecer se sentía maravillado al reflejar al sol, los días eran de notable alegría y felicidad para él, disfrutando así cada momento de luz solar, pero sabía que pronto la noche llegaría acompañada de esa luna misteriosa que sólo albergaba dolor y pena. El mar deseaba que el día fuera eterno y que la noche nunca llegara, quería sentir siempre el calor de las brasas del sol. Cansado de reflejar lágrimas, el mar en el frío de la noche volvió a preguntarle a la luna ¿Por qué contigo siento tanto dolor? La luna, conmovida por ver al mar llorar todas las noches le respondió, mi luz la reflejas en lágrimas, pero del dolor que sientes yo no soy responsable, tu dolor se debe a la ausencia de sol dónde sólo reflejas alegría. El mar tratando de comprender lo que la luna le había dicho esperó el amanecer, él sabía que como todos los días volvería a ver al sol, sin embargo este mismo se preguntaba ¿A qué lugar iba el sol todas las noches? Al ver llegar la luz solar el mar volvía como era habitual a reflejar felicidad, sin embargo tenía muchas preguntas por hacer, preguntas qué aún no se atrevía a formular.
II
Los días y las noches habían pasado con prisa, el sol y la luna seguían haciendo su trabajo, sin embargo el mar seguía consternado y afligido por tanta inestabilidad que sentía, mortificado por no poder confesarle al sol lo que sentía, y por no poder preguntar todas aquellas cosas que eran de importancia para él.
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