jueves, 28 de diciembre de 2017

Viaje


El viaje más largo de mi vida fue cuando pretendí ir hacia a ti a expresarte los desequilibrios emocionales que en mí producías, ese viaje inició después del día que te vi por primera vez, yo todavía no lo sabía, y sin poder darme cuenta llegué a parar a la estación del tren después de 5 años, fue entonces que ahí me encontré, esperando nuevamente. Todos sabían que cualquiera que  tomara ese tren tenía un propósito ideal, el cual era llegar a la parada final del encanto y el enamoramiento, sin embargo muchos éramos arrojados en la estación de los sueños y corazones rotos sin previo aviso.
Pasaron tres días desde que había llegado a la estación, tres días varado en el limbo de las emociones perdidas y encontradas, sabía que podía irme en cualquier momento, o por lo menos eso quería creer, sin embargo había una fuerza sobrenatural que parecía sacada de una película de ciencia ficción que me obligaba a detenerme y a esperar. Fue entonces cuando ella apareció, era algo extraño verla ahí, pues quizá también buscaba aquel propósito, ese que todos anhelaban, el poder llegar a la estación final.
Tímidamente la miré, tenía el cabello medianamente largo y lacio, llevaba puesta una ropa que aparentaba ser bastante cómoda, algo así cómo lo que uno usa para estar en casa un fin de semana por la tarde; sus ojos emanaban un aura puramente hermoso, los cuales se proyectaban con la luz solar y que cuyo impacto sólo era comparable con la calidez de su sonrisa; decidí acercarme, yo era un tipo al cual el socializar con la gente no se le daba muy bien, ella por el contrario daba la impresión de ser una persona bastante elocuente y amigable; era la segunda vez que la veía, y por lo tanto me interesaba saber más sobre ella. Cuando comenzamos a conversar algo inusual ocurrió, un extraño portal se abrió, era algo parecido a un agujero de gusano, cómo los que nos suelen mostrar en documentales sobre el universo o que vemos en películas de viajes en el tiempo, de pronto ella me tomó de la mano y caminamos hacia aquella cueva deforme e inestable; al ingresar mis ojos se  llenaron de luces  multicolor y sin darme cuenta ya habían pasado 8 días desde que llegué a la estación del tren, el tiempo había avanzado tan rápido que no tenía manera de explicarlo, sin embargo pese al salto temporal inmediato, sentía y tenía recuerdos bastante agradables con ella,  quizá debió ser algo similar a lo que acostumbra a decir la gente: 'Cuando la pasas bien el tiempo vuela', pues parece qué fue así, quizá no del todo acertado y definitivamente mucho más extraño pero fue así. Sentado nuevamente esperando a que el tren llegara, me puse a recordar mi primer encuentro aquella noche con ella, quien llevaba un vestido azul corto, y unos lentes de medida que hacían mucho más interesante su belleza física, ya que su belleza interior todavía la conocería más adelante, estaba junto a un grupo que parecían ser sus amigos, algo en ella me atrajo desde que la vi, tal vez era esa peculiar forma de moverse al ritmo de la música, o quizá aquella sonrisa imborrable que hacía que el ambiente bullicioso y psicodélico se convirtiera en el lugar más cálido, calmado y acogedor en el que jamás había estado. Me gustaba observarla, y después de pensarlo varias veces y de tomar un shot de tequila (varios en realidad) me atreví a acercarme a ella y preguntarle si quería bailar conmigo; el bailar se me daba fatal, sin embargo no me importaba, sólo quería conocerla y moverme al rito de la música estridente junto a ella.
Después de bailar buen rato, desapareció como si se la hubiese tragado la tierra, y a partir de ese entonces vivía siempre en mis recuerdos más preciados, y así fue cómo la conocí.
Todavía en la estación del tren esperando a que éste llegara me puse a observar alrededor y vi que había mucha gente, bastante en realidad, aguardando la tan esperada partida, sin embargo todos parecían ser vehículos vacíos, sin emoción alguna, pensé quizá llevaban esperando mucho más tiempo que yo, y por un momento me entró un terrible pánico, pues no quería quedar como ellos. Fue entonces cuando alguien me tomó del hombro y me saludó, era ella, lo supe incluso desde antes de girar la mirada, pues ese dulce aroma que siempre desprendía se había quedado grabado en mis recuerdos produciendo una sensación de alegría y tranquilidad, algo parecido a lo que algunas personas sienten cuando abren y huelen un libro nuevo.

martes, 9 de mayo de 2017

Viene por mí

Viene por mí , lo supe desde el instante en que mis ojos ya no podían leer con claridad aquella carta que había enviado, pero que fue devuelta con una cita que decía: Ya no me escribas más, mientras los rayos de luz multicolor atravesaban todo lo que observaba.
Me está avisando, pensé, cuando salí deprisa para volver a casa mientras la prosopagnosia se apoderaba de mí como una especie de anestesia local que te aplican antes de operarte. La gente con la que me cruzaba ya no tenía identidad, sólo miraba figuras derretidas que se movían sin rumbo. Tenía que apresurarme, pues la advertencia ya estaba hecha, por lo que corrí despavorido, ya que sentía un ente cósmico acechando y que en cualquier momento llegaría para llevarme a la demencia espacial y así desprenderme de la tierra cual abducido a las lejanías del universo paralelo me harían prácticas neurológicas sin ninguna clase de reparo pues aquel ente sólo quería sumergirse en mi psiquis.
Había llegado a casa sin casi sentir el camino recorrido, notaba que el horizonte que perseguía no eran mas que manchas deformes que brillaban cual arcoíris fúnebre presagiando la decapitación de la razón. Mis manos temblorosas se resistían a sacar las llaves que me abrirían paso al encierro, pues cual bestia descontrolada tenía que permanecer a oscuras y evitar así contacto con la realidad. Logrando ya ingresar al cautiverio, me encerré con llave y al dejarme caer en la cama pensaba en aquel ente carroñero con cierto recelo. Miraba el techo fijamente, de pronto las manchas de luz se habían esfumado, sólo quedaba el pánico y la sensación de lo miserable que pasaría a ser mi yo, y en un instante el ritual inició, el ente atroz estaba ingresando a mi cerebro, se abría paso sin ningún remordimiento y desgarraba todo aquello que se le cruzaba, penetraba por el lóbulo temporal del lado derecho como si se tratase de un bisturí sin filo, arañando cual ave carroñera desesperada por alimentarse de su presa podrida.
Mi cuerpo se retorcía en la penumbra de la cueva donde me encontraba, mis manos arañaban mi rostro por la desesperación del experimento del cual era víctima y mi voz sollozante gritaba sin reparo que aquella masacre cerebral se detenga, no obstante la piedad no formaba parte su naturaleza, pues aquel ser inefable continuaba arañando y adentrándose en mi cerebro cada vez con mayor intensidad.
La sensación de vómito no tardó en en llegar, sin previo aviso todo se tornó de un sabor amargo. La exploración mental a la cual estaba sometido se tornaba cada vez más vibrante, y con desesperación sentía que aquel bicho pronto llegaría al centro de mi cerebro. Las arcadas producidas por las náuseas se incrementaban paulatinamente y mi estómago parecía querer salir de mi cuerpo como si supiera que había una masacre dentro de mí. Decidí prender la luz para ir presuroso al baño, sin embargo al momento de que el brillo fluorescente penetró por mis ojos me desvanecí como si se tratase de un cuerpo sin vida que cae sin poder amortiguar el golpe. Estando en el suelo la desesperación me invadió , el bicho aborrecía cualquier rayo de luz  y lo manifestaba con tal agresividad que parecía que su única intención era llevarme a la demencia.

jueves, 30 de marzo de 2017

Huida

Con una estaca en el pecho, 
Corrí sin rumbo fijo,

Pues sin abrir la boca con la mirada dijo:
No necesito más de ti, ya todo está hecho,

Mas no le importó si yo caía deshecho.
Total, ya me habían consumido hasta las palmas,

Y sin importar si perdía mi calma,
continué corriendo desesperadamente,

Pues hoy mi vida tristemente
Dejó de creer que las personas tienen alma.