martes, 9 de mayo de 2017

Viene por mí

Viene por mí , lo supe desde el instante en que mis ojos ya no podían leer con claridad aquella carta que había enviado, pero que fue devuelta con una cita que decía: Ya no me escribas más, mientras los rayos de luz multicolor atravesaban todo lo que observaba.
Me está avisando, pensé, cuando salí deprisa para volver a casa mientras la prosopagnosia se apoderaba de mí como una especie de anestesia local que te aplican antes de operarte. La gente con la que me cruzaba ya no tenía identidad, sólo miraba figuras derretidas que se movían sin rumbo. Tenía que apresurarme, pues la advertencia ya estaba hecha, por lo que corrí despavorido, ya que sentía un ente cósmico acechando y que en cualquier momento llegaría para llevarme a la demencia espacial y así desprenderme de la tierra cual abducido a las lejanías del universo paralelo me harían prácticas neurológicas sin ninguna clase de reparo pues aquel ente sólo quería sumergirse en mi psiquis.
Había llegado a casa sin casi sentir el camino recorrido, notaba que el horizonte que perseguía no eran mas que manchas deformes que brillaban cual arcoíris fúnebre presagiando la decapitación de la razón. Mis manos temblorosas se resistían a sacar las llaves que me abrirían paso al encierro, pues cual bestia descontrolada tenía que permanecer a oscuras y evitar así contacto con la realidad. Logrando ya ingresar al cautiverio, me encerré con llave y al dejarme caer en la cama pensaba en aquel ente carroñero con cierto recelo. Miraba el techo fijamente, de pronto las manchas de luz se habían esfumado, sólo quedaba el pánico y la sensación de lo miserable que pasaría a ser mi yo, y en un instante el ritual inició, el ente atroz estaba ingresando a mi cerebro, se abría paso sin ningún remordimiento y desgarraba todo aquello que se le cruzaba, penetraba por el lóbulo temporal del lado derecho como si se tratase de un bisturí sin filo, arañando cual ave carroñera desesperada por alimentarse de su presa podrida.
Mi cuerpo se retorcía en la penumbra de la cueva donde me encontraba, mis manos arañaban mi rostro por la desesperación del experimento del cual era víctima y mi voz sollozante gritaba sin reparo que aquella masacre cerebral se detenga, no obstante la piedad no formaba parte su naturaleza, pues aquel ser inefable continuaba arañando y adentrándose en mi cerebro cada vez con mayor intensidad.
La sensación de vómito no tardó en en llegar, sin previo aviso todo se tornó de un sabor amargo. La exploración mental a la cual estaba sometido se tornaba cada vez más vibrante, y con desesperación sentía que aquel bicho pronto llegaría al centro de mi cerebro. Las arcadas producidas por las náuseas se incrementaban paulatinamente y mi estómago parecía querer salir de mi cuerpo como si supiera que había una masacre dentro de mí. Decidí prender la luz para ir presuroso al baño, sin embargo al momento de que el brillo fluorescente penetró por mis ojos me desvanecí como si se tratase de un cuerpo sin vida que cae sin poder amortiguar el golpe. Estando en el suelo la desesperación me invadió , el bicho aborrecía cualquier rayo de luz  y lo manifestaba con tal agresividad que parecía que su única intención era llevarme a la demencia.

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